
Ha pasado ya tiempo desde que el
presidente Zapatero habló sobre el actual candidato a la presidencia por parte
del PSOE, y su sustituto, Alfredo Pérez Rubalcaba, alabando sus incontables
virtudes y comparándolo, en un intencionado acto de camaradería, con un
sprinter. Casi 6 meses después de que
los asistentes al discurso rieran y aplaudieran la ingeniosa comparación del
presidente, Rubalcaba sigue esprintando, a un ritmo frenético, por cierto. Y
aunque desconfío de las aptitudes del candidato como presidente también tengo
que reconocer que es un atleta consumado, poca gente sería capaz de aguantar
meses de carrera continua y prácticamente nadie lo haría si se echase a la
espalda la misma carga que soporta el socialista. Rubalcaba se ha visto en la
terrible misión de levantar un partido totalmente desacreditado por una legislatura
de crisis ininterrumpida, pero ese no es su mayor lastre. El PSOE ya no es lo
que era, la estrategia del PP ha dado sus frutos y les han arrebatado a los
socialistas la mayoría de su poder territorial. Y no podría haber elegido el
empresario Jorge Dorribo mejor momento para confesar sus cuestionables
conversaciones con el socialista José Blanco, destapando un posible caso de
corrupción a gran escala pendiente de juicio. Todas estas piedras lleva el
candidato socialista en la mochila cuando sale corriendo por la pista en un
vano intento de alcanzar a su
antagonista
popular. Eso sin hacer mención de la abrumadora bestia a la que tiene que
hacer frente antes de continuar con su carrera, un porcentaje del más del 20%
de paro que haría temblar al más valiente. No me cabe ninguna duda, no lo va a
conseguir.
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