Hoy pretendía publicar algo
relacionado con la Unión Europea, la cohesión de los países miembros y demás
chorradas. Pero en vista de que mis dos últimas entradas ya habrán saturado ese
tema, creo que será conveniente variar un poco.
Tengo 17 años y este verano será
la primera vez que trabaje, en el sentido estricto de la palabra (aunque sin
sueldo). Evidentemente, me siento muy afortunado de poder empezar a hacer
prácticas a una edad tan temprana e ilusionado, porque trabajar en la radio
local, aunque sea haciendo fotocopias y repartiendo cafés, es una manera
excelente de asomarme por primera vez al periodismo profesional. Pero dejemos a
un lado mis aspiraciones de adolescente impetuoso. Mi pregunta es sencilla, ¿a alguien
le ha extrañado lo de sentirme
afortunado por empezar las prácticas tan pronto? Imagino que no porque la media
de edad de los becarios y estudiantes en practicas suele rondar los 20. En
cuanto vislumbré la posibilidad de hacer prácticas tardé poco en dirigirme a la
dirección de mi centro educativo para preguntar por programas de prácticas en
empresas, algo que parece obvio encontrar en un instituto. La respuesta del
director fue la misma que la del jefe de estudios. Ellos solo administraban las
prácticas de estudiantes en ciclos formativos, es decir, a partir de 18 años.
Les faltó darme una pelota y decirme que saliese a jugar al recreo.
Me parece un ejemplo
impresionantemente bueno de cómo el sistema educativo repele cualquier tipo de
iniciativa de sus alumnos para incorporarse al mundo laboral. Luego todos
lloramos porque los estudiantes recién diplomados no dan un palo al agua y son
incapaces de mantener un puesto de trabajo, indiferentemente de sus resultados
en la clase. Me pregunto quién esgrimió el convincente argumento de que el
trabajo es contraproducente para el desarrollo académico de los jóvenes. Me
pregunto también quien decidió que tal iluminado llevaba razón. Y sobre todo me
pregunto por qué hoy en día seguimos sin incentivar el aprendizaje laboral, por
ejemplo, durante la Educación Secundaria Obligatoria.
Hace unas cuantas décadas no era
tan extraño ver niños trabajando junto a sus familiares o adolescentes que
compaginaban sus estudios con un empleo como aprendiz en cualquier taller. No
me gusta compararnos con otras épocas (pasadas y muy enterradas) y no creo que
sea muy buena idea tener a tu hijo de nueve años trabajando contigo en la
fundición, o donde sea. Pero el sistema de aprendizaje me parece una base
importantísima de la educación que se ha perdido. Entrenamos máquinas de
aprobar exámenes y eso es lo que obtenemos. En realidad ni si quiera obtenemos
eso porque las entrenamos francamente mal.
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