Engañados por una prosperidad
efímera y por la presión mediática de las entidades financieras miles de
familias cayeron en la (se supone inintencionada) trampa económica,
endeudándose hasta niveles que ahora nos son disparatados pero que entonces
parecían lo más normal del mundo. Cuando estalló la crisis se vieron empujados
a acoger complejas refinanciaciones que quizá ni siquiera comprendían y ahora
no tiene más remedio que enfrentarse a una deuda gigante que ha crecido a base
de engaños y confusiones.
Son ya más de 300.000 las hipotecas
ejecutadas en los tribunales desde que comenzó la crisis y 150.000 las familias
que se han quedado sin un techo sobre sus cabezas. Las cifras son terriblemente
altas y lo peor es que no dejan de aumentar. En Madrid se producen
inevitablemente una media de 25 desahucios diarios. Los ayuntamientos se
colapsan con las demandas de vivienda y para algunos ya resulta imposible
reubicar a una familia entera. Este drama es un insulto a la Declaración de los
Derechos Humanos, sin embargo no es más que la punta del iceberg.
El sufrimiento de perder tu hogar
y quedar a merced de tus familiares o de la providencia social no es más que el
principio de la agonía que sufrirán las familias desahuciadas. El banco no solo
les quita la casa, también les esclaviza de por vida. Por lo general la deuda a
pagar es demasiado grande como para ser salvada con el dinero obtenido por la
venta de la vivienda, eso dando por hecho que el banco consiguiese venderla. A
pesar de haber confiscado la casa el banco casi nunca perdona ni un céntimo,
esto significa que la familia tendrá que seguir pagando una deuda ingente con
unos intereses muy elevados y que siguen aumentando cada mes. Lo tendrá que
hacer, muy probablemente, con sus miembros en paro y, además, sin un lugar
donde vivir. En definitiva, el desahuciado en estas condiciones se convierte en
un esclavo de la entidad, que busca desesperadamente un trabajo, ya no para
prosperar sino simplemente para poder hacer frente a una deuda de una casa en
la que ya no vive.
La indignación crece hacia esta “justa”
aunque despiadada situación. Ya son muchas las voces que se unen a un griterío
que clama la reforma de la ley hipotecaría. Plataformas como Afectados por la
Hipoteca, Jueces por la Democracia o el movimiento 15M se unen a esta idea que
pretende encontrar un resquicio legal que, si bien no pueda frenar el
desahucio, al menos consiga hacer imperativa la dación en pago. Éste termino
significa la “liberación” de los desahuciados, con la dación en pago se permite
saldar la deuda de los desahuciados mediante la entrega de la vivienda, de modo
que puedan comenzar a rehacer su vida y no se vean obligados a cargar con una
deuda vitalicia.
El apoyo de esta iniciativa se
hace patente incluso entre profesionales de las finanzas o la ley. Uno de sus
más polémicos argumentos a favor de la reforma es el dinero inyectado a la
banca por el BCE o por el Estado español, es decir, por los impuestos de las
mismas personas a las que están dejando sin hogar. Los ciudadanos han pagado
con sus impuestos la estabilidad de las entidades financieras y ahora éstas se
niegan a mostrar una mínima compasión hacia aquellos que en su momento les
salvaron del declive. Esta visión es subjetiva y un tanto dramática, pero a
grandes rasgos esto es lo que ha sucedido. Lo que si es absolutamente objetivo
es el rencor que se esta forjando hacia los bancos entre todos los estadios de
la sociedad. Desprestigiados y en contra de la opinión popular, personalmente
no creo que consigan mantenerse como hasta ahora si esa actitud de indiferencia
y altivez se continúa.
Por último, me alegra anunciar
que la Iniciativa Legislativa Popular que la plataforma de Afectados por la
Hipoteca impulsó hace ya meses y que, como tantas otras, fue bloqueada por el Parlamento,
se dispone de nuevo a intentar reformar la ley. Dentro de un mes comienza la
recogida de firmas para impulsar de nuevo esta iniciativa y, si se consigue
alcanzar el medio millón de firmas, comenzará una verdadera lucha por hacer
realidad la reforma legislativa.
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