Con un poco de tiempo y una
cafetera cerca podría escribir un reportaje de dimensiones épicas sobre
corrupción en España. Y sin duda sería muy ilustrativo, tanto es así que no
descarto hacerlo, pero considero mucho más interesante y más acorde con el
formato de este blog pasar directamente a las conclusiones finales y plasmar
las ideas que este tema me genera.
Casos de corrupción hay cientos contando
solo los que pasan por las redacciones de los periódicos, y probablemente
podamos empezar a contar por miles con los que no conocemos. La corrupción ha
dotado de una indeseada fama a personajes que antes nos eran indiferentes, véase
Jaume Matas o Iñaki Urdangarín entre otros. Si me pongo a enumerarlos todos no
acabo, caso Gürtel, caso Roldán, caso Gescartera… y así sucesivamente, aunque
estos no son de los más actuales. La corrupción es el veneno de la democracia,
no tanto por el dinero que se pierde y se malgasta como por el valor simbólico
del delito. Los políticos corruptos merman la confianza del pueblo en sus
gobernantes, haciendo que dejen de creer en el sistema que han elegido. Además
ayuda a aislar más aun si cabe a ese polémico colectivo que conocemos con el
nombre de “políticos”. Este es, probablemente, el mayor riesgo que representa
la corrupción. En época de crisis lo que realmente necesita el pueblo es
confianza en su gobierno, confianza en aquellos en los que delegan la toma de decisiones,
aquellos que van obligarles a apretarse el cinturón. La corrupción no hace más
que alejar a los ciudadanos de sus representantes y fomenta la generalización,
que es una actitud terriblemente peligrosa en manos de una muchedumbre
cabreada. Cuando se descubren casos de corrupción entre políticos, mientras
otros políticos proclaman fuertes medidas económicas y otros de su misma
profesión se dedican a desoír las quejas de aquellos a los que, se supone,
representan, entonces es cuando se empieza a oír en cada conversación esa falta
de interés, ese convencimiento total y poco empírico de que todos, en el fondo,
son igualmente corruptos.
Respecto a esa última idea, creo
que necesitamos meternos en la cabeza algo que no acaba de calar en nuestra
visión de la sociedad. Y es que en una democracia, todos somos políticos. Cuando decides entrar a formar parte de un
estado democrático, eliges a su vez entrar en un sistema político que te
inmiscuye directamente en la toma de decisiones. Indiferentemente de si votas o
no, puesto que una abstención tiene un valor similar a la de un voto corriente,
solo que en sentido inverso. De modo que deberíamos dejar de apartarnos de ese
grupo social que, entre unos y otros, estamos consiguiendo diferenciar del
resto de la sociedad, a base de indiferencia, resignación y corrupción.
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1 comentarios:
Muy buen post.
Parece que lamentablmente la historia tiende a repetirse y quizá en menos de lo qu esperamos, nos encontremos un día con nuevo salvador de la patria que se erija como el verdadero representante del pueblo, ante la ionperancia, incompetencia, indiferencia...de la clase política ( o al menos, la que siempre aparece en escena).
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