Esta mañana un par de chicas de
un curso superior se han personado en la clase, con una mezcla de timidez y
coraje activista que ha conseguido emocionarme. Conforme hablaban parecía que
su discurso se envalentonaba y sus palabras perdían el tono apagado con el que
habían comenzado. Pronto nos sorprendieron hablando enérgicamente sobre las
catastróficas medidas de opresión a las que el gobierno popular iba a someter a
los indefensos estudiantes. Aunque se ganaron toda mi atención no me
sorprendieron lo más mínimo, es más, llevaba un par de días esperando ese
discurso revolucionario. Llevaban un fajo de papeles cuya finalidad se hizo
evidente al poco de empezar la improvisada conferencia, supuse que en breves
momentos nos pedirían amablemente que nos uniéramos a su noble causa estampando
nuestra firma y DNI en la casilla correspondiente. De los 28 estudiantes que en
ese momento las escuchábamos, firmaron aproximadamente unos 20. Yo me abstuve
de firmar, ante el asombro de más de uno.
No suelo firmar nada sin haber
comprobado antes la veracidad de lo que firmo, una buena costumbre que me han
inculcado a fuego. Las razones para llevar el colegio a la huelga son claras, según
las dos representantes de la vox populi, los recortes en Educación. Lo curioso
es que estos recortes no son una realidad sino una premonición de lo que hará
el Partido Popular en el futuro (y digo premonición porque su programa sigue
destacando por una impenetrable opacidad). Me ha resultado graciosa la
afirmación que estas dos chicas han esgrimido como un argumento inamovible: “Los
estudiantes de algunos institutos valencianos han tenido que llevar mantas al
colegio porque les habían dejado sin calefacción”. En Valencia se han pasado el
invierno oscilando una media de 14 grados, pero aun en el caso de ser verdad no me parece un argumento muy
solido para llevarnos a otra huelga.
A mí que unos cuantos institutos
de Valencia no tengan calefacción me la trae floja, sin ánimo de ofender. No me
malinterpretéis, el liberalismo económico del PP me parece una ofensa a la
libertad digna del siglo XIX, pero de alguna forma hay que salir de este pozo
de barro en el que nos metió el capitalismo y nos hundió el socialismo. Y nos
guste o no, la forma de remontar el
vuelo es quitándonos peso (en realidad hay otras vías, pero gozan de menor
aceptación). Claro que hay infinidad de agujeros en los que se derrocha el
dinero y deberían sufrir antes los recortes que la Educación y la Sanidad. Pero
primero localicemos esos agujeros, verifiquemos su existencia y después
salgamos a la calle a denunciarlos, no al revés.
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