"Un día en la vida" Documental producido por el Ministerio de Cultura norcoreano, hace aproximadamente 10 años. En el se intenta retratar la vida diaria de los habitantes de Corea del Norte bajo el régimen dictatorial de Kim Jong II. El vídeo muestra indicios de haber sido manipulado en su traducción y editado posteriormente a su publicación para enfatizar su ya terrorífico significado. Me resulta imposible encontrar la copia original del vídeo y no puedo asegurar que ésta no haya sido manipulada. En cualquier caso el documental es simplemente escalofriante.
Nunca una muerte resultó tan
cómica como la del exdictador norcoreano Kim Jong II. Y no quiero restarle
importancia al tema, pero el caudal descontrolado de lágrimas que inundó la nación merece muchos adjetivos,
salvo fúnebre. Resulta realmente gracioso echar un vistazo a alguno de los
videos emitidos por el gobierno norcoreano, esos que nos enseñan a cientos de
personas tiradas en el suelo con la cara empapada en lágrimas y gimiendo por la
muerte de un opresor al que solo habían visto en fotos. Es gracioso si, y también
terrorífico. ¿Cómo es posible que de una población de más 23 millones de
personas no haya escapado nada de información, más que la proporcionada por el
gobierno? Ni un triste video colgado en YouTube, ni una noticia en un blog
perdido en la red, ni tan siquiera una foto que no haya pasado antes por el
filtro del censor. Nada más que norcoreanos llorando y funestos desfiles en
honor al fallecido tirano.
Me da miedo plantearme hasta que
punto son reales esas imágenes, ¿son fruto del miedo a las represalias por no
mostrar aflicción? Se ha sugerido que las penas contra quien se muestra
indiferente a la muerte del dictador son severas, ni qué decir tiene que
alegrarse podría suponer un destino fatal. Pero también es posible, y bajo mi
punto de vista mucho peor, que las personas que aparecen en estas cómicas
emisiones no estén actuando. No es un misterio que toda dictadura trata de imponer
sus valores y su razón al pueblo, pero es muy posible que el régimen norcoreano
haya llevado ese adoctrinamiento al extremo, realizando un verdadero lavado de
cerebro a sus fieles. No sería tan extraño, puesto que el gobierno controla la
educación pública, la publicidad, la televisión y todos los aspectos de la
sociedad norcoreana.
La muerte de un dictador, cosa
que normalmente es motivo de celebración, es ahora casi peor que su alternativa.
El sucesor del líder norcoreano es, salvando las distancias, su copia idéntica,
con la diferencia abismal de que éste (su hijo) tiene poco más de 20 años. Si
alguien se había ilusionado pensando que la muerte del dictador ocasionaría
divisiones internas en el alto mando del ejército, que se desilusione. El gran
motor propagandístico del régimen de Kim Jong II, trabaja ahora a favor de su
hijo Kim Jong Un, mitificando su imagen y haciéndole digno sucesor de su amado
padre. El futuro de un pueblo duramente oprimido y uno de los ejércitos más
potentes y peligrosos de la Tierra esta ahora en manos de un veinteañero que no
conoce nada más allá de los muros de su palacio. Con toda seguridad Obama tiene
el corazón en un puño y los huevos en la garganta.
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Es admirable la capacidad de la Casa
Real para utilizar eufemismos aun cuando están entre la espada y la pared. La
traducción al castellano de “un comportamiento no ejemplar” sería algo así como
evasión de impuestos, fraude fiscal, prevaricación, falsedad documental y
malversación de caudales públicos, entre otros. Supongo que huelga decir que el
del comportamiento no ejemplar es el ahora célebre Duque de Palma, Iñaki
Urdangarín. Y esos delitos anteriormente citados son los que se le atribuyen
con su imputación en el caso Palma Arena. El juez que instruye este caso ha
levantado esta mañana el secreto de sumario destapando como imputados al
conocido duque y algunos de sus socios como Diego Torres, si bien en el caso se incluyen otras 25 personas. El
sumario es una verdadera obra de arte que cuenta con más 2.700 folios y con
varios años de trabajo del juez instructor, José Castro. La edición impresa de
dicho sumario comenzó a redactarse a principios de agosto de 2010.
Como el caso Palma Arena ha habido
cientos y desgraciadamente los habrá, lo interesante y polémico de éste en
particular es su más que peligrosa relación con la familia real española. La
oveja negra de la familia ha puesto en jaque la propia subsistencia de la Casa
Real al relacionarla con actividades fraudulentas. Millones de euros públicos
sostienen la economía de sus majestades desde hace décadas, cosa que a muchos
españoles les chirría aunque no existe una oposición fuerte. Una economía que
depende en su totalidad de la opinión que el pueblo tenga de sus reyes no puede
descuidar su imagen pública, si la Casa Real se viera salpicada por estos
fraudes muchas personas se pensarían seriamente si cerrar el grifo. Ante esta
posible amenaza el rey y su familia se han mostrado tajantes, como no podía ser
de otra manera, y con mucha delicadeza han apartado al señor Urdangarín de sus “comidas
familiares”.
En mi opinión toda la importancia que
se le ha dado al discurso anual del rey y las declaraciones de la Casa Real
respecto a este tema no son, ni mucho menos, tan trascendentes. Al fin y al
cabo dicen que en política la calidad de un discurso se puede medir
invirtiendo, al sentido negativo, las frases de mayor relevancia. Es decir, en
el comunicado de la Casa Real que manifestaba “el absoluto respeto a la
decisión de los jueces”, ¿acaso se puede negar el absoluto respeto por parte
del rey a la decisión judicial? ¿Podrían, simplemente, haber dicho que no
respetarían lo que la Ley dictase? O semejante a esta afirmación es la que pronuncio
el rey en su discurso, “La justicia es igual para todos” haciendo un guiño
evidente al caso Palma Arena, pero totalmente incongruente en su significado
real. Creo que el discurso del rey estuvo rebosante de evidencias que, aunque
obvias, son necesarias y comunes en esta clase de discursos.
Tiempo ha habido para la lucha,
para el choque de ideas, para la guerra publicitaria, para la encarnizada
batalla dialéctica, en definitiva, para la campaña electoral. Pero eso ya pasó,
las pancartas se descuelgan de las farolas y las caras de políticos desaparecen
poco a poco de nuestras rutinas (por fortuna). El panorama político vuelve a la
relativa estabilidad que precede a la fiesta de la democracia. Ahora, dejando
de lado nuestro respectivo voto, esperamos que lo elegido por la mayoría de
nuestros compatriotas surja efecto. Unos esperan acertar en su elección, otros
esperan haberse equivocado y bueno, supongo que existe un porcentaje para los
que esperan que el resto se equivoque.
Personalmente confío en que el
actual gobierno, con Mariano Rajoy a la cabeza, será capaz de mejorar la
situación actual. Aunque no puedo evitar hacer infinidad de preguntas
acusadoras, también pretendo dar un voto de confianza al gobierno “popular”. El
discurso de investidura de Rajoy no ha servido para aclarar demasiadas dudas
pero si que ha servido para hacerse merecedor de algo de confianza, al menos por
mi parte. Aunque cada vez se vuelve más improbable que Rajoy tenga un plan
fantástico para alzar nuestra economía, al menos si confío en que sea un hombre
lo suficientemente inteligente como para pensar a largo plazo y devolvernos una
cierta estabilidad futura.
No solo se hace necesaria una
buena gestión del gobierno. Ahora que se han invertido las tornas, comienza un
momento de cambio en el que los ciudadanos esperamos que los partidos no
vuelvan a decepcionarnos. Tanto como ansiamos un gobierno fuerte y eficiente, también
exigimos una oposición organizada y que anteponga los intereses de España a los
suyos propios. Algo que llevamos echando en falta desde hace varias legislaturas.
Y que esto no implique perder la confrontación de ideas y el conflicto entre
ambas facciones, que es lo más valioso que aporta la oposición en una
democracia.
En España hay incontables pueblos
abandonados, deshabitados u olvidados, pero mucho más triste me resulta el
único que ha sido eclipsado. Al escuchar Amaiur son cientos de ideas las que te
surcan la mente, probablemente propiciadas por el bombardeo continuo de los
medios sobre este tema. Pero ya nadie recuerda ni sabe que Amaiur es un pequeño
y pintoresco pueblo navarro del Valle de Baztán. No van desencaminados los que hayan
relacionado el nombre del famoso partido político con algún hecho histórico que
guarde relación con dicha localidad. En Amaiur-Maya se libró hace unos 600 años
aproximadamente una batalla por la independencia del Reyno de Navarra, 200 navarros se hicieron fuertes en el pueblo
para resistir el asedio del ejército castellano, unos 10.000 hombres. Esta
gloriosa gesta digna de haberse librado en las Termópilas, y con un final
similar, es ahora utilizada como símbolo del nacionalismo en España por el
partido político Amaiur, que ahora se encuentra en una situación bien parecida
a la de los pobres navarros que se enfrentaron al gigante castellano hace
siglos.
Al igual que estos intrépidos y
poco inteligentes guerreros navarros, Amaiur se encuentra ahora luchando por su
independencia, si bien con un método mucho más efectivo que la sangre y el
acero. La Mesa del Congreso, formada por 5 diputados del PP, 3 del PSOE y uno
por parte de CiU, rechazó hace un par de días la posibilidad de que Amaiur
contase con grupo parlamentario propio, alegando la incompatibilidad de su
admisión con la Ley vigente. Esta decisión, tomada por la negación de los
diputados populares y la abstención del resto, levanta ampollas a cualquiera. Y es que
durante años nos hemos cansado de repetir la misma promesa, cuando ETA abandone
la lucha armada no habrá impedimento alguno para someter la independencia vasca
a la voluntad de la ciudadanía. Pero no ha sido así, y no porque la Ley no lo
permita, por mucho que oigamos esa afirmación. La ambigüedad del reglamento del
Congreso en referencia a este tema ha llevado a diversas interpretaciones a lo
largo de la historia democrática de España:
Podrán también constituirse en Grupo Parlamentario los Diputados de una o varias formaciones políticas que, aun sin reunir dicho mínimo, hubieren obtenido un número de escaños no inferior a cinco y, al menos, el 15 por 100 de los votos correspondientes a las circunscripciones en que hubieren presentado candidatura o el 5 por 100 de los emitidos en el conjunto de la Nación.
La ambivalencia del texto genera
dudas respecto al porcentaje de votos correspondiente a las circunscripciones
del partido. Se puede entender que se necesita el 15% de votos en cada
circunscripción, como ha interpretado la Mesa del Congreso, o el mismo
porcentaje en el total de las circunscripciones, condición que si que cumple
Amaiur. Esta contradicción se ha visto resuelta de diferentes formas en cada
legislatura. En casos como el del PNV, que no alcanzó el 15% en todas las
circunscripciones pero si de media, o el del ERC, que ni siquiera alcanzo el porcentaje
del total. ¿Por qué estos grupos fueron aceptados y ahora se le niega el grupo
parlamentario a Amaiur?
Ahora los dirigentes del polémico
partido han recurrido la decisión de la Mesa, alegando que han modificado los
criterios establecidos en función de sus intereses y pidiendo una mayor
flexibilidad. A mi entender no se trata de falta de flexibilidad, en el caso
del PNV no fueron en absoluto flexibles, tan solo se aplicó la norma vigente de
manera beneficiosa para los votantes. Además de esto, Amaiur mantiene que la
decisión esta basada en un informe ambiguo, sin firma ni apenas documentación,
que ha llevado a la abstención de los diputados del PSOE Y CiU. No entiendo
como una decisión de trascendental importancia para la democracia del país
puede argumentarse con un informe anticuado y mal redactado, y comprendo la
decisión de los diputados que han preferido mantenerse al margen.
Hay razones numerosas para
incluir a Amaiur como grupo parlamentario. Supera en diputados a otros partidos
que sí han alcanzado este privilegio y hay varios antecedentes de situaciones
similares que se resolvieron de forma positiva para el partido de turno, y sin
tanta polémica. Personalmente creo que Amaiur no merece ser un grupo
parlamentario, pero si los mas de 300.000 ciudadanos que han confiado su voto a
este partido. ¿Por qué partidos con menos apoyo popular se han constituido como
grupo parlamentario? ¿Acaso los votos de las personas con ideas nacionalistas
valen menos que los emitidos por socialistas o conservadores?
Incluso si la estrategia del PP
consiste en dejar fuera del concierto político nacional a Amaiur, cosa que me
parece denigrante pero compresible, lo estarían haciendo terriblemente mal. Con
la no admisión del partido como grupo parlamentario se creará entre los
votantes una sensación de rechazo por parte de la política general y generará
un sentimiento de cohesión hacia Amaiur, de identificación incluso.
Personalmente no veo razones para que los votantes de Amaiur no gocen de los
mismos privilegios que los representados por PNV o similares. Al fin y al cabo
lo prometimos, cuando ETA abandonase las armas todo se convertiría en una
bonita utopía democrática. La respuesta a esto es evidente, ETA no se ha
disuelto tan solo se ha rendido, y ni tan siquiera se puede afirmar su
rendición sin titubear. Pero creo que cuantas más trabas pongamos a la
democratización de las ideas nacionalistas más probable se hace un bochornoso y
aterrador regreso a la lucha armada y a los ideales manchados de sangre.
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La noche del 20 de Noviembre fue, sin
duda, demasiado azul para los ojos de cientos de socialistas. Ojos que
contemplaron la debacle de su partido con la impotencia de quien se sabe
incapaz de regresar al pasado. Indiferentemente de cómo asimilaran la derrota
los corazoncitos socialistas me parece que sus propietarios ya se han tomado
las semanas de cortesía necesarias para que comience el “reinicio” del partido.
Partiendo de la premisa de que este reinicio se tiene que dar les guste o no.
Con la masacre de votos que sufrieron en las pasadas elecciones parece obvio,
al menos para el resto de España, que el PSOE necesita un cambio de rumbo. Más
exactamente lo que necesita es acercarse a su rumbo anterior, que no era el más
acertado ni mucho menos pero al menos merecía ser calificado de socialista.
Pero a pesar de esta evidencia,
han pasado semanas y ni una sola idea ha escapado de los círculos del PSOE.
Nada que induzca a pensar que los socialistas se proponen restructurar su
organización. Peor si cabe, los cambios, que aunque no manifestados pueden ser
previstos, no tienen ni de lejos un carácter mínimamente renovador. La sucesión
de José Luis Rodríguez Zapatero es aún incierta, pero los candidatos más
posibles no representan un cambio de ningún tipo. El liderazgo de Rubalcaba o
Chacón sería el equivalente de ponerle una careta a Zapatero y dejarle en su
puesto. Quizá la opción de José Bono sea la más conveniente en estos momentos.
El expresidente del Congreso apenas se ha pronunciado sobre este tema y si
tiene alguna pretensión al puesto, no la ha manifestado. Sin embargo es obvio que
la idea ya ha cruzado su mente y espera “agazapado” el momento oportuno para
desvelar sus intenciones. De ser así no se encontraría con un camino de rosas,
más bien emprendería una misión prácticamente imposible hacia un objetivo
lejano y no muy rentable.
De todas formas, no creo que Bono
sea la mejor opción para el partido, pero considero que es la única posibilidad
de que entre algo de aire fresco en la mazmorra en la que se ha convertido el
PSOE. En realidad, hay varias personas que realmente supondrían un cambio
radical y positivo para el socialismo español. Personas que se han apartado de
la política, asqueadas por el panorama de los partidos en los que antes
confiaban.
¿Qué da más aplausos? ¿Ser cigarra
o ser hormiga? O dicho de otra forma: ¿Construir una infraestructura millonaria
o ahorrarse esos millones en alcanzar una prosperidad real? La respuesta es más
que obvia y sin embargo enormemente ambigua. Cualquier persona con un mínimo de
sentido común elegiría la segunda opción y a la vez esa misma persona podría
aplaudir con las orejas al ver su ciudad plagada de coloridos y modernistas
parques, que misteriosamente han aflorado como setas donde antes solo había un
solar. Ironías de la vida, supongo, pero con mucho sentido para según qué
personas. Ganarse el favor del pueblo es sencillo (lo difícil suele ser
recuperarlo), pero una vez has ganado las elecciones tienes que hacer
malabarismos para camuflar lo que bien puede ser una gestión pésima. Y el mejor
maquillaje posible es un suave velo de elegancia y prosperidad, mucha purpurina
y cosas brillantes alrededor. Aunque los números sean más rojos que el señor
estático de los semáforos, con un par de obras públicas y un mínimo control
sobre los medios ya es posible camuflar el fracaso político más estrepitoso.
Los políticos actuales están pensados
para mantener al pueblo contento. La teoría no es tan mala al fin y al cabo,
mientras el pueblo esté a gusto con sus representantes el gobierno de estos no
corre peligro y por lo tanto intentarán a toda costa hacer lo conveniente para
su gente con el fin de mantener su cargo. La teoría no es tan mala, pero como
tantas otras se une a la indefinida lista de teorías que no sirven para nada en
la práctica. Hay muchas formas de tener un pueblo feliz sin hacer necesariamente
lo mejor para éste y todas ellas suelen ir de la mano de un gran desembolso
económico que no creo salga de los bolsillos del alcalde de turno. Por lo
general estas llamativas distracciones causan más problemas de los que solucionan,
al menos a largo plazo, pero como ya sabemos la visión de un político no suele
alcanzar más allá del tiempo que reste hasta la próxima campaña electoral, pero
ese tema se merece una artículo aparte.
Lo interesante, en esta ocasión,
es la idea que ya he escuchado (o leído) más de una vez. “Los derrochadores que
dejan en quiebra lo que gobiernan deberían ser juzgados”, la frase es de Javier
Arenas en el diario el Mundo y me parece muy acertada. Obviamente todos
cometemos errores y es posible que la dificultad de nuestro cometido nos
supere. Pero existen casos, muchos, en los que la cifra gastada es tan espectacular
e innecesaria que es imposible no levantar sospechas. ¿Realmente era
indispensable para el avance cultural gastar millones de euros inexistentes en
titánicas infraestructuras que, por otra parte, nunca llegarán a devolver lo
que costaron? Comunidades enteras se han visto avocadas a una deuda inmensa por
culpa de la gestión derrochadora de sus gobernantes, políticos que hicieron
cuanto pudieron por mantener el grueso de los votos de su lado, aun a costa de
hundir aquello que intentaban sacar a flote.
Escribo esta entrada a raíz de
las ya incontables sandeces que no he tenido más remedio que escuchar en esta
última semana. Como, por ejemplo: “Yo creía que la tecnocracia era el poder de
las nuevas tecnologías”; y otras diversas deformaciones de la realidad, todas
en relación con éste término. Para aquellos que lo desconozcan tengo que
aclarar que un tecnócrata no es aquel
que por tener un nuevo iPod de última generación se vuelva una eminente
autoridad política, una idea quizás no tan disparatada pero que nada tiene que
ver con el significado real.
La tecnocracia es, ante todo, una
palabra preciosa (cómo sin duda diría mi ex-profesora de latín) que deriva de
los vocablos griegos tecnos, técnica,
y kratos, poder. Si, lo habéis
adivinado, significa “gobierno de los técnicos” aunque esa definición no tenga
demasiado sentido hoy en día. El concepto
de tecnocracia surge hacia la mitad del siglo XX como una forma de gobierno alternativa
que sugiere el posicionamiento de los dirigentes industriales, “técnicos”, en
altos puestos políticos. La idea es simple, si han sabido llevar al éxito un
negocio, ¿por qué no iban a hacer lo mismo con un país? Y, en cierto sentido,
llevaban razón.
Sin embargo, para alcanzar la
máxima eficiencia posible resulta indispensable realizar unos cuantos
sacrificios que, por otra parte, deberían asegurar un mejor porvenir.
Curiosamente esta idea casa perfectamente con otra palabra que ya chirría en
nuestros oídos desde hace un tiempo, austeridad. Es por esto que hemos
escuchado en tantas y tan policromáticas situaciones el término tecnócrata. Es
por esto que aunque no tengas ni idea de qué diablos significa lo relaciones
enseguida con apretarse el cinturón. Y es que al parecer, la tecnocracia es el
Plan B de nuestros gobernantes europeos. Mientras un político no de excesivos
problemas puede quedarse en su puesto, pero en el momento en que no cumple con
sus obligaciones o se le ocurre utilizar palabras como el terrorífico “referéndum”,
se encuentra con una notita en su despacho que le invita a abandonar el cargo
de turno. Cargo que con demasiada frecuencia suele tratarse de presidente.
Tristemente famoso es el caso del primer ministro griego Yorgos Papandreu quien,
poco después de revolucionar Europa con someter a referéndum las medidas de la
UE para su país, se vio sustituido por Lucas Papademos, ex-vicepresidente del
Banco Central Europeo y reputado economista. E igualmente célebre, aunque quizá
menos ruidosa, fue la sustitución del antiguo Cabalieri, Silvio Berlusconi, por
el actual primer ministro de Italia, y ex-asesor financiero de Goldman n’
Sachs, Mario Monti. En ambos casos se puede apreciar el carácter puramente
económico de las profesiones que ejercían los sucesores. Aunque no me atrevería
a clasificarles como tecnócratas tampoco me siento muy a gusto llamándoles
políticos, ya que al fin y al cabo, ¿quién ha votado a estos señores?
No me opongo a la tecnocracia. Lo
cierto es que me parece una forma de gobierno tremendamente efectiva, si lo que
se quiere es potenciar la economía de un estado. Pero esta idea suele ir
asociada a una degradación de la democracia, como si un tecnócrata tan solo
fuese elegido para un cargo en caso de extrema necesidad y desoyendo la
voluntad de los votantes. Aristóteles parecía tenerlo muy claro y yo también.
“En el término medio esta la virtud”
Ese sueño de unión bajo unos mismos
ideales, de proximidad y hermandad que unía a las naciones, de apoyo mutuo
entre los pueblos, no era más que eso, un sueño. Las cumbres europeas se
deciden por una mayor unidad, estrechar los lazos entre naciones y hacernos más
dependientes unos de otros, pero solo hablan de números. El sueño de Europa, al
menos el de su pueblo, era ser una unión fuerte cimentada en los derechos
humanos, la libertad y la igualdad entre naciones. Una unión que no tuviese que
depender de la economía, que se mantuviese cohesionada indiferentemente de si
las vacas fuesen gordas o escuálidas. Una idea bonita sin duda, casi utópica.
Quizá en algún momento fue así, pero
yo creo que esa Europa no ha existido nunca. La idea de una unión europea
apareció como un bloqueo económico contra las naciones del Eje tras la Segunda
Guerra Mundial. Su origen se encuentra en la Comunidad Europea del Carbón y el
Acero, una entidad que se encargaba de regular la economía bélica y conseguir
armamento más barato para los miembros de la comunidad. Con el tiempo, esta
congregación evolucionaría para dejar atrás sus orígenes bélicos, pero no los
económicos. Durante toda la historia de la Unión Europea ha existido un fuerte
componente económico sin el cual hubiese sido inmensamente difícil llegar a unificar
a todos los países.
Ahora resulta innegable que Europa
está unida porque no le queda mejor salida, porque por separado no podríamos
salir adelante. Mientras los líderes de las naciones hablan de una mayor
cohesión y de reforzar los lazos económicos, sus respectivos pueblos han
perdido la fe en Europa. Más del 50% de los franceses, por ejemplo, ya no se
fía de la UE y considera que si no estamos unidos por unos valores comunes no
vale la pena estarlo por los problemas comunes. El ambiente social se vuelve
hostil pero para los gobiernos europeos se vuelve cada vez más necesaria una
huida hacia delante, desoyendo las quejas de la opinión popular. Cada vez se
vuelve más evidente que la economía dirige todas las decisiones hacia una
Europa más inseparable y menos unida.
Nuestros políticos cumplen a la perfección
su cometido de marionetas mientras los verdaderos líderes, elegidos por
designio de los mercados y no por el voto popular, son los que toman las
verdaderas decisiones. La cúpula europea está plagada de personas que ocupan
cargos de poder sin haber sido sometidos a ninguna votación, personas que
ningún pueblo ha elegido para ese puesto y sin embargo están allí como por arte
de magia. Ahora el poder se sigue concentrando en la economía, con multas
automáticas a los países que no cumplan con las medidas establecidas. No creo,
en absoluto, que este sea el final de la Unión Europea aunque quizá si lo sea
para ese viejo sueño de igualdad, libertad y fraternidad.
Esta mañana mi profesor ha sido
incapaz de explicarme el entramado económico de Europa sin contradecirse a sí
mismo. Y mientras trataba de simplificar para la clase el origen de la crisis
financiera he notado como su discurso hacia aguas. Creo que ni él mismo
comprendía sus propios argumentos. Después de gastar un tiempo en conjeturas y
explicaciones endebles la clase se ha quedado satisfecha, yo no.
Me preocupa la posibilidad de que
estemos buscando soluciones para un problema que no entendemos realmente.
Apostaría a que más de la mitad de la población no sabría cómo explicar, por
ejemplo, la economía de mercados y seguro que un considerable porcentaje si quiera
sabría qué diablos es eso. De modo que lo único que nos queda es confiar en que
las personas que elegimos para “manejar” la economía sepan al menos qué están
haciendo. Aún peor si cabe, tenemos confiar que estos individuos tendrán la
conciencia necesaria para no aprovecharse de la ignorancia del resto. Claro
que, aún en el caso de que la política cumpliese minuciosamente con su
cometido, ¿quién nos asegura que el poder de los mercados se doblega a la
autoridad política? Esta idea se vuelve un poco más fantástica cada día que
pasa.
Termino con la frase de un amigo
que considero la más representativa de esta situación. Espero que no hiera la
sensibilidad de nadie:
“Nos están dando por culo, pero no tenemos muy claro donde está nuestro culo”
Mi cabecita comenzó a funcionar
ayer por la noche dándole vueltas a una idea que surgió a partir de este blog. ¿A
quién votamos? Cada cierto tiempo los habitantes de un país en democracia
podemos ejercer nuestro derecho de contribuir en la elección de aquellos que
vayan a representarnos. La mayoría lo hacemos con caras largas y con una destructiva
sensación de impotencia, pero esa es otra historia. Lo que me dejó como
petrificado mientras pensaba en un asiento del autobús fue la pregunta que ya
he formulado, aunque quizá con una pequeña modificación. ¿Qué votamos? No me di
cuenta ayer, esto ya lo sabía desde que aprendí lo que significa “sufragio”,
pero se coló en mi mente la agobiante idea de que no votamos lo que deberíamos.
Elegimos, como dije en una entrada anterior, “la cara más bonita y las manos
más limpias” (Súper Mario)
y espero que, como yo, sepáis apreciar el error de esa afirmación. ¿Realmente
lo que necesitamos en un político? Entendiendo este término como “ser dedicado
a la política”, y a su vez entendiendo política como “la ciencia que estudia
cómo ser más popular”. La historia de la democracia está plagada de personas
que han alcanzado el poder mediante campañas demoledoras, personas que han
sabido surfear en la marea del pueblo para alcanzar sus objetivos, y que, al
lograr esta meta, se han visto arrollados por un cargo para el que no estaban
capacitados, un cargo demasiado grande. Por eso me planteo, que ni mucho menos
el mejor “político” es la persona más capacitada para el puesto de presidente
(o cualquier otro cargo). Creo, y lo creo con firmeza hasta que alguien me lo
rebata, que no debemos votar unos ideales ni una cara bonita ni un expediente
limpio (bueno, quizá esto último sí), lo que debemos elegir entre todos es al
hombre o a la mujer más capacitado/a para manejar un país y para perpetuar los
valores que nos costó levantar en el pasado. El problema reside, como muchos os
habréis dado cuenta leyendo estas líneas, en la estrecha línea que separa esta
idea de la autocracia. Un paso en falso y en vez de ser un líder para el pueblo
nos convertiremos en un pueblo para el líder. Winston Churchill lo dijo en su momento y yo no me canso de
repetirlo:
La democracia es el peor sistema de gobierno que existe, con la excepción de todos los demás que se han probado.
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Vía laInformación.com |
Curioso trabalenguas el que escogió Joan Navarro, vicepresidente de Llorente&Cuenca, para referirse a la oposición de la Ley Sinde. Curioso y polémico, poco después de que las palabras de Navarro se publicaran en un debate planteado por El País, los cuatro twitteros (que resultaron ser más de cuatrocientos) se personificaron en la red creando el hashtag #cuatrotuiteros. De nuevo la famosa red social de microblogging se convirtió en el megáfono de la vox populi, que se posicionaba en contra de la igualmente famosa Ley Sinde. Durante todo el día de ayer se continuaron las bromas e ironías de los usuarios de Twitter que uno a uno, hasta alcanzar el millar, se descubrieron como uno de esos “cuatro tuiteros”. Basta coger cualquier tweet al azar para entender la situación, Enrique Dans por ejemplo, uno de los máximos representantes de esta oposición escribía así:
“Quietos un rato, que si no, @JoanNavarro0 no es capaz de contarnos...”
Desgraciadamente la artífice de todo
este espectáculo, Ángeles González Sinde, no ha tenido la oportunidad de
disfrutar con estos ingeniosos comentarios, puesto que se encuentra de gira cultural
por México y Estados Unidos. Aunque sin duda habrá recibido noticias del buen avance
de su proyecto durante sus “vacaciones” en América.

Los términos del contrato, vía LaInformación.com |
Éste es el grito, o el hashtag, con el que se ha rebelado la
comunidad de periodistas en España. Desde hace ya varios años se viene dando
una situación que, casi clandestinamente, se ha establecido como una
preocupante realidad. Son muchos los periodistas que se han visto obligados a
aceptar ofertas que rozan lo disparatado, presionados por la dificultad de
encontrar un empleo seguro y por la omnisciente crisis económica. Por ejemplo,
cobrar 0’75 euros por artículo escrito, por supuesto con un mínimo de 800 caracteres.
Aunque suene surrealista resulta que es uno de los casos más leves, aunque el
primero que se ha denunciado públicamente. A raíz de esta denuncia, la
Asociación de Prensa de Madrid lanzó en Twitter su protesta particular con el hashtag “#gratisnotrabajo”, al que se
han sumado miles de periodistas que denuncian una situación similar o que
simplemente quieren manifestarse en contra de esta degradación de su oficio.
Aunque este caso en particular se ha hecho eco en la red (es obvio que si te
metes con periodistas no puedes esperar que quede en secreto) existen infinidad
más de ofertas de trabajo absurdas e ilegales para cualquier otra profesión. Éste es,
por desgracia, un efecto inherente a las dificultades económicas. Esta clase de
“estrategia” empresarial no funcionaría en tiempos de bonanza pero pueden
suponer una importante suma de mano de obra barata durante una crisis. Lo
preocupante de estos contratos basura en periodismo, es que suelen ir
acompañados de una devaluación de la profesión. No es periodismo lo que se
intenta conseguir con estas ofertas, sino publicidad barata y efectiva. Cada
periodista tiene su firma y sus seguidores, si consigues que ese periodista
escriba sobre lo maravilloso de tu producto (o lo que sea) consigues publicidad
efectiva por 75 tristes céntimos. Esto es mucho más peligroso de lo que a
priori pueda parecer, si la publicidad envenena más aún al periodismo comenzará
a amenazar la libertad de prensa como la conocemos y con ello, a nuestra ya
deteriorada libertad de expresión.
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