Es admirable la capacidad de la Casa
Real para utilizar eufemismos aun cuando están entre la espada y la pared. La
traducción al castellano de “un comportamiento no ejemplar” sería algo así como
evasión de impuestos, fraude fiscal, prevaricación, falsedad documental y
malversación de caudales públicos, entre otros. Supongo que huelga decir que el
del comportamiento no ejemplar es el ahora célebre Duque de Palma, Iñaki
Urdangarín. Y esos delitos anteriormente citados son los que se le atribuyen
con su imputación en el caso Palma Arena. El juez que instruye este caso ha
levantado esta mañana el secreto de sumario destapando como imputados al
conocido duque y algunos de sus socios como Diego Torres, si bien en el caso se incluyen otras 25 personas. El
sumario es una verdadera obra de arte que cuenta con más 2.700 folios y con
varios años de trabajo del juez instructor, José Castro. La edición impresa de
dicho sumario comenzó a redactarse a principios de agosto de 2010.
Como el caso Palma Arena ha habido
cientos y desgraciadamente los habrá, lo interesante y polémico de éste en
particular es su más que peligrosa relación con la familia real española. La
oveja negra de la familia ha puesto en jaque la propia subsistencia de la Casa
Real al relacionarla con actividades fraudulentas. Millones de euros públicos
sostienen la economía de sus majestades desde hace décadas, cosa que a muchos
españoles les chirría aunque no existe una oposición fuerte. Una economía que
depende en su totalidad de la opinión que el pueblo tenga de sus reyes no puede
descuidar su imagen pública, si la Casa Real se viera salpicada por estos
fraudes muchas personas se pensarían seriamente si cerrar el grifo. Ante esta
posible amenaza el rey y su familia se han mostrado tajantes, como no podía ser
de otra manera, y con mucha delicadeza han apartado al señor Urdangarín de sus “comidas
familiares”.
En mi opinión toda la importancia que
se le ha dado al discurso anual del rey y las declaraciones de la Casa Real
respecto a este tema no son, ni mucho menos, tan trascendentes. Al fin y al
cabo dicen que en política la calidad de un discurso se puede medir
invirtiendo, al sentido negativo, las frases de mayor relevancia. Es decir, en
el comunicado de la Casa Real que manifestaba “el absoluto respeto a la
decisión de los jueces”, ¿acaso se puede negar el absoluto respeto por parte
del rey a la decisión judicial? ¿Podrían, simplemente, haber dicho que no
respetarían lo que la Ley dictase? O semejante a esta afirmación es la que pronuncio
el rey en su discurso, “La justicia es igual para todos” haciendo un guiño
evidente al caso Palma Arena, pero totalmente incongruente en su significado
real. Creo que el discurso del rey estuvo rebosante de evidencias que, aunque
obvias, son necesarias y comunes en esta clase de discursos.
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